domingo, 11 de marzo de 2018

10ª Sesión del III Taller de creación literaria

Aprovechamos que nuestro centro participa en el Cube Project (un programa que promueve los Derechos Humanos en los centros educativos de todo el mundo) para convocar a los miembros del Taller literario a colaborar con sus trabajos.




En breve se colocará un cubo gigante en el patio para realizar allí presentaciones, actividades, actuaciones… todo aquello que sirva para poner de manifiesto la importancia de los Derechos Humanos y, en concreto, el artículo trece que nos ha correspondido a nosotros:

Artículo 13
1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país.


Os pedimos que realicéis artículos, ensayos, narraciones, poemas en torno a este tema. También podéis buscar los textos de literatos y filósofos que hayan tratado estos temas.

Y, además, buscar el testimonio de personas que hayan tenido que salir de su tierra por diversas causas (inmigración económica, política, por causa de la guerra…) y exponerlo con texto y fotos…

He aquí algunas propuestas:

La primera de ellas viene de la mano de Susana Diez de la Cortina Montemayor, que nos visitó recientemente para presentar sus obras. En el último poemario, La senda impar, aparece el texto titulado "La caravana", que nos dedicó especialmente:


15. LA CARAVANA

Se morían las aves en su largo camino hacia el exilio.
Vagaban los camellos detrás, como sonámbulos
con un dorado caminar lentísimo.

También nosotros vamos en triste caravana hacia
                                                         [el Poniente.
Ya no nos pertenecen las aguas del subsuelo; igual
                                               [que a la hojarasca,
el viento nos arrastra y nos cubre de arena.

Los jóvenes esconden una piedra en el pecho, en cada
                                                             [mano ocultan
un sediento machete con el filo hacia dentro.
Porque ya no son nuestras las mieses amarillas.

En pos de los camellos, siguiendo el rastro suave de
                                                                [las plumas,
no supongáis que vamos tras nuestra libertad
                                              [o nuestros sueños:
vamos hacia los vastos cementerios donde el Poniente
acoge a aquellos que no existen.

(En La senda imprar de Susana Diez de la Cortina Montemayor)



Otros textos literarios encontrados son:

He mirado a mi lado. Como sombras caminan.
Adherido a sus piernas, pesa un lodo de siglos.
Hay un resto de sangre que embadurna sus ojos.
Añorando el contorno de las duras culatas
cuelgan lacias sus manos. Y los labios, abiertos
a su antigua congoja, desconocen la hartura.
No me escuchan. ¿Qué largas resonancias tremendas
ensordecen sus almas? No me miran. ¿Son alguien?
¿Son los mismos? ¿Son todo lo que hoy día subsiste?
¿Esto queda del hombre tras la furia del hombre?

(De "Posguerra", en Obras completas de Ángela Figuera Aymerich)





ÉXODO

Una mujer corría.
Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.

Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.

Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.

Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.

Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
y en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y las carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.

Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Buscando.
y no encontraba sitio.
y seguía corriendo.
y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.

(En Obras completas de Ángela Figuera Aymerich)



PUENTES

Estamos encerrados en la isla
(una islita de nada).
Nos dejaron aquí
hace ya mucho tiempo.
(Demasiado.)
Una isla rodeada de sombras
por todas partes.

Primero nos hicieron picadillo
y luego nos cargaron de cadenas
y luego nos volaron los puentes.
(Por si acaso.)

Eso resulta lo peor de todo
(digo yo)
que nos cortaran los puentes y nos quedáramos tan solos
diez millones de muertos.

Algunos no lo pasan tan terrible.
Han trepado a una roca
(que les costó lo suyo
y están al sol. Se sienten calentitos.
(Aun viéndose en los huesos, algo es algo.)
Otros recogen conchas, caracoles.
(Se encuentra siempre alguno
sonrosado por dentro
como una oreja de muchacha.
Y, si uno se lo pone en el oído,
se oye rodar el mar. Eso consuela.)

Otros se empeñan en comer (glotones)
a pesar de estar muertos.
Les sale mal por eso de los puentes.
(Ya dije que era lo peor de todo.)
Como ya no se importa...
Ellos erre que erre. Cómo sudan.
Todo el día cavando,
arrancando raíces (más amargas),
pescando en los charquitos (nadie pica),
subiéndose a los árboles
ey, lo que es fruta, como no la pinten),
cogiendo los lagartos por la cola.
(Los matan y los guisan. Porquería.)
Así pasan la muerte. ¡Qué trabajo!
Y luego, ¿para qué? Lo que yo digo:
Tanto penar para llenar el buche
un día y otro no. Vaya un negocio.

Mejor lo que hacen otros. Coleccionan
sellos (del interior, naturalmente),
cuelgan estampitas por los muros
cantan himnos a distintas voces.
(A veces es molesto. Desafinan.)
O hacen sonetos a la primavera
(que no se ve, pero ellos, tan contentos.
Tratando con poetas, cualquier cosa).

Los jóvenes lo pasan distraído
con eso del deporte.
y dicen que no andamos mal del todo
de medios, delanteros y defensas.
No sé. Como no entiendo. Pero, al cabo,
para unos muertecitos sin ayuda
no es poco conseguir. Y nos da lustre.
Pero yo sigo con lo mío.
Lo que nos hace falta son los puentes.
Mientras no construyamos
los puentes otra vez y a toda costa,
siempre estaremos muertos y remuertos,
metidos en la isla
(esta asquerosa isla sin ventanas).
Sólo seremos unos tristes muertos
de mala muerte. No hay que darle vueltas.

Hay que hacer puentes (dale que le dale)
si no tenemos hierro,
cemento ni otras cosas,
con palos o con cañas. O suspiros.
(Hay uno de suspiros no sé dónde.)
O con los corazones disponibles,
que alguno quedará por muy difuntos
que estemos todos hace tantos años.

Por ellos nos iremos de la isla
para volver al mundo de los vivos,
de los que pisan tierra ventilada,
limpia y fecunda (que la hay). Iremos
cruzando los abismos y los mares,
las tapias, los desiertos, los torrentes,
las estrechas aduanas,
los campos alambrados (o con minas)
y las praderas cenagosas
pobladas de reptiles prehistóricos.

Lo estoy diciendo a gritos: Faltan puentes.
Lo principal de todo son los puentes.
(Colgantes, subterráneos, levadizos.)
Hagamos puentes, puentes, puentes, puentes.
Y no me escucha nadie.
Y así estamos.

(En Obras completas de Ángela Figuera Aymerich)




LA FRONTERA

Llegaron hombres a par la tierra:
Tras el arado codicioso,
sembrado el odio y la cizaña,
parlamentada la rapiña,
llegaron hombres a partir la tierra.

Hombres con botas despiadadas,
hombres con mapas y anteojos,
con largos dientes, largas uñas,
ojos de plomo y sangre negra.

A filo de ansia y de cuchillo
iban abriendo y troceando
el pecho santo de la Madre.

Al borde mismo de la herida
se colocaban los mojones.

Los ríos vieron sus orillas
a la distancia real del odio.

Los lagos fueron divididos
como se saja un ojo abierto.

La mies, el bosque, la amapola,
se repartieron con argucia.
La nieve, el pájaro, la brisa,
la mina, el mar, el sol, la calle,
la sal, la miel, se adjudicaron.

Las cordilleras se escindieron;
del valle hicieron apartijos,
formaron lotes con las bestias;
se disputaron las raíces
y el fuego oculto en los volcanes.

De sangre y sangre, de hombre y hombre
hicieron castas diferentes.

Así quedó trazada la frontera.

Y llegaron los buitres.
Y posáronse a un lado y a otro lado.
Y se pusieron a esperar.

(En Obras completas de Ángela Figuera Aymerich)



VIETNAM

Mujer, ¿cómo te llamas? –No sé.
¿Cuándo naciste, de dónde vienes? –No sé.
¿Por qué has cavado una madriguera en la tierra? –No sé.
¿Desde cuándo te escondes aquí? –No sé.
¿Por qué me has mordido en el dedo anular? –No sé.
¿Sabes que no te haremos daño? –No sé.
¿De qué lado estás? –No sé.
Es la guerra, has de elegir. –No sé.
¿Existe todavía tu aldea? –No sé.
¿Estos son tus hijos? –Sí.

(En Antología poética de Wislawa Szymborska)





Los inmigrantes

Los inmigrantes caminan por las calles con mortajas al hombro, lápidas al hombro, cruces al hombro, lágrimas al hombro, corazones en las manos, el cielo sobre un desierto en su mirada. Con una familia y un país escondidos dentro de la cabeza.

Los inmigrantes tienen muchos hombros, muchos
corazones, muchas manos, muchas piernas.

Entran en las tiendas, en los bancos, en los locutorios, en los bares: con fotografías enmarcadas bajo un brazo, con féretros bajo el otro brazo.

Nadie ve esas mortajas, esas lápidas, esas cruces, esas lágrimas, esos corazones, esas familias, esos países, esas fotografías, esos féretros, cielos ni desiertos.

No nos miran a los ojos: ¡saben que somos ciegos!

(De Ángel Guinda, en Disidentes. Antología de poetas críticos españoles 1990-2014)





A los trenes, a empujones a los trenes
con el vientre por delante nos embuten en los trenes
y nos venden subsistencia y nos engañan,
y nos fuerzan a rodar sobre rieles
y nos pintan cristales de paisaje calculado.
y circulamos en estériles circuitos
marcados por el flujo de las ráfagas,
por el ritmo de batutas de unos seres delirantes.
y a golpe de estertores respiramos
hacinados y en silencio.
A empujones nos suben a los trenes
que enarbolan la bandera no elegida.

(De María José Pastor, en Disidentes. Antología de poetas críticos españoles 1990-2014)




Los otros, los demás, ellos

El serbio que destruye un colegio soy yo,
el ruandés que mata a machetazos soy yo,
el terrorista que coloca la bomba soy yo,
el hombre que dispara en un híper de Texas soy yo,
el judío que bombardea un campo de refugiados soy yo,
el palestino que clama en el desierto soy yo,
el albanés que huye en un barco soy yo,
el marroquí que se ahoga al cruzar el estrecho soy yo,
el guerrillero que aún sueña en El Salvador soy yo,
el bebé somalí que se muere de hambre soy yo,
el médico sin fronteras soy yo,
el general que apunta soy yo,
el empresario que emite residuos radiactivos soy yo,
el enamorado que mata por amor soy yo,
el loco que muere por amor soy yo,
el político sin escrúpulos soy yo,
el funcionario corrupto soy yo,
el funcionario honrado soy yo,
el hombre capaz de lo mejor,
el hombre capaz de lo peor,
el hombre a secas, yo

(De Fernando Beltrán, en Disidentes. Antología de poetas críticos españoles 1990-2014)




Bandera azul

Basura,
suciedad,
deshechos.

Desperdicios que arrastra la marea.

La playa ha amanecido
atestada de bolsas.

Bolsas llenas de sal
y ojos oscuros
como peces enormes
que alguien sirve a la mesa.

Manos verdes enseñan
uno a uno los rostros
hinchados de la muerte
y cierran otra vez las cremalleras.

Elena y yo miramos aterrados
con la respiración cortada y el cuchillo
suspendido en el aire,
clavado en las entrañas
del silencio más cómplice.

Basura, suciedad,
miseria, mano de obra.

Africanos huyendo
de la sed, muriendo de agua
al cruzar el estrecho.

Veinte ahogados
al borde de sus sueños

mientras al fondo ondea
la bandera azul
concedida este año a esa playa
por la Comunidad Económica Europea.

(De Fernando Beltrán, en Disidentes. Antología de poetas críticos españoles 1990-2014)





Círculo perfecto

De los arrozales del sudeste asiático,
de las maquilas centroamericanas,
de las fuentes de coltán en el África Central inexistente,
va destilando un pigmento líquido,
espeso como la sangre de los muertos,
blanco como el hambre en los ojos de los niños,
abundante,
que se torna en un lixiviado verde como un dólar
y luego se coagula en forma de mansión con piscina en Santa
   Mónica,
en colección de cuadros al norte de los Dolomitas,
en barco suntuoso con diamantes en el golfo de Miami
y que por fin deja de fluir y se concreta, casi definitivo,
en un misil con napalm que regresa al arrozal,
en una tanqueta al servicio de los nuevos Mont o los Somoza,
en esta noche,
en suministro de fusil de asalto estratégicamente repartido
   entre las tribus.

(De Bernardo Santos, en Disidentes. Antología de poetas críticos españoles 1990-2014)




El camión de los muertos invisibles
cruza sin problema los controles
fronterizos se des traban las trabas
se aquieta el papeleo

El aroma muerto de los emigrantes muertos
en los bajos del camión no lo olfatean los perros entrenados
ni los detectan las cámaras
ni los escáneres lo leen

Desleído aroma
se ha vuelto simple aire

Sin darnos cuenta
los respiramos.

(De Daniel Bellón, en Disidentes. Antología de poetas críticos españoles 1990-2014)







Patria

Cuando le preguntaron al extranjero
por su procedencia,
este señaló, uno a uno,
a todos los habitantes de la ciudad.

¿Quiénes fueron?
¿Quiénes se burlaron de nuestras llagas?
¿Quiénes arrancaron el corazón a los caballos
que tan lejos habían de llevamos?
¿Quiénes convirtieron nuestros puños veloces
en estos tristes muñones de esparto?

¿Quiénes crearon el molde
donde día tras día
se fragua esta muerte?
¿Quiénes fueron?

Que den un paso al frente,
que ya está bien de tanto llanto.
Que den ahora un paso al frente,

que los vamos a perdonar.

(De José María Gómez Valero, en Disidentes. Antología de poetas críticos españoles 1990-2014)







La travesía

A pesar de este frío antiguo,
de los crueles vigías y sus leyes,
a pesar de este miedo que atenaza,
muchos volverán esta noche
a recorrer los campos con antorchas.
Indóciles, errantes, ateridos,
labrarán resplandores en lo oscuro,
fulgores que debieran persistir.

Saben qué les aguarda, saben
que al fuego que sostienen y comparten
lo envolverá la oscuridad, la húmeda sombra,
pero ellos –qué encendida travesía,
qué alta siembra de pasos decisivos–
proseguirán su paciente tarea,
su pródigo tránsito, su derrota:
hacer que una luz nueva alumbre el mundo,
prender el tiempo, fundar claridades.

(De José María Gómez Valero, en Disidentes. Antología de poetas críticos españoles 1990-2014)






Sobreviviré

Sobreviviré al bocado de las moscas,
a sus ojos de terror multiplicados,
a su vuelo inmundo entre mis sueños.
No quiero más mierda en mi llanto,
ni en mi piel,
ni en la lengua de mis padres.

Subsistiré a las aguas
que inundaron mi inocencia en el Estrecho.
Al recuerdo de mi madre,
a su mano entre las olas,
a la mía, huérfana, en tinieblas.

Resistiré a los golpes,
al olvido de mi nombre,
al silencio de mi pueblo.

Nadie violará mi pecho,
nadie arrancará el placer de mi pequeña.
y perviviré al delito de los dioses,
al exceso de poder en las alturas.
A la mudez de su milagro,
a la mofa por mi ruego,
a la pena de saberme sola.
Sobreviviré, no cabe duda.
Porque soy mujer, igual que tú.
Porque tengo hambre.

(De José María García Linares, en Disidentes. Antología de poetas críticos españoles 1990-2014)




La lista de Schindler

No hay exterminador visible,
ni una guerra mundial.
Tampoco fusilamientos,
ni brazos en alza.
Es el hambre la que mata
en este campo de concentración africano
en donde somos libres de vagar
hasta caer en el olvido,
secos como la molestia moribunda.
Solo las mafias ofrecen
una salida al mar,
trenes mojados
por el llanto de la historia.


(De José María García Linares, en Disidentes. Antología de poetas críticos españoles 1990-2014) 





Los indecibles

Esperamos tanto bajo el cielo
que se han ido derritiendo
en el recuerdo las palabras.
No sabemos cómo nos llamamos
porque hace meses
que murieron los pronombres.
Vivimos en los infinitivos,
en los adverbios sin lugar,
en un texto incomprensible.
No nos quedan adjetivos
para calificar el tiempo y sus pesares,
y tememos olvidar esta desgracia,
los colores del dolor,
lo que antes era injusto en el desierto
y empieza a no ser nada.
Somos miles de significantes sin significado,
portadores de mensajes extraviados
sin origen ni puerto de descanso.
Cómo vivir, cómo decimos
con el alba cuando aprieta el hambre,
cómo decirte que soy yo,
que la boca de tus senos
sigue grabada desde entonces
en lo más profundo de la vida.
Acaso hemos perdido, y son ya tantos,
el derecho a pronunciar nuestro derecho,
a reencarnarnos cada día en las palabras,
a ser hombres y mujeres con historia...
Vuelve a llover.
A lo lejos, el mar, tan deseado,
su grisura, su libertad, su distancia ...
Se mojan mis cabellos.
Se humedecen mis palabras.

Creer y esperar han empezado
a emborronarse.

(De José María García Linares, en Disidentes. Antología de poetas críticos españoles 1990-2014) 




'La Bestia'
(The American way of death)

                                     Somewhere over the rainbow
                                    Way up high,
                                    There's a land that I heard of
                                    Once in a lullaby.
                                                           E.Y. Harburg.
  
                 Pero el horrible tren ha ido parando
                 en tantas estaciones diferentes,
                que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban,
                ni los sitios,
                ni las épocas.
                                                           Dámaso Alonso.


Tan filoso es el viento que provoca
la marcha de la herrumbre
sobre largos raíles,
                            travesaños del óxido...
Y qué difícil es
ignorar el cansancio, mantener la vigilia
desde Ciudad Hidalgo
                            hasta Nuevo Laredo,
sobre el ‘Chiapas-Mayab’ que el sol inflama.

Nadie duerme en el tren,
                    sobre el tren.
                 Agarrados al tren
                   todos buscan llegar a una frontera,
a un sueño dibujado como un mapa
         con líneas de colores:
una larga y azul que brilla como un río
que ahoga como un pozo.

Atrás quedan los niños y su interrogación,
las manos destrozadas de las maquiladoras
que en un gesto invisible
dicen adiós,
                   espérenme,
es posible que un día me encarame a un vagón.


Queda atrás Guatemala,
                            Honduras, Nicaragua, El Salvador,
un corazón de tierra que late acelerado.

Las gentes congregadas muy cerca de la vía
con un trago en la mano,
el olor a fritanga y a tortilla
como si fueran fiestas patronales,
esperando el momento para subir primero,
y no quedarse en el andén del polvo,
montar sobre ‘La Bestia’, en el ‘Tren de la Muerte’
o esperar escondidos adelante,
en los cañaverales,
                   con un rumor inquieto.
                            Y esquivar a la migra.

Después habrá silencio durante todo el día,
                            un silencio asfixiante,
como un arco tensado que no escogió diana
y una tristeza
de funeral sin cuerpo
                            y paz de cementerio.

Es mejor no pensar en las mutilaciones,
en la muerte segura que hay detrás de un descuido
o en los rostros tatuados.
Amenazan igual que los jaguares,
aprovechan la noche y sus fantasmas
y ya todo es dolor y más tragedia.

Es tan lenta la noche mexicana...
                            Bajo la luna inquieta
una herida de hierro y de listones
traza un perfil oscuro,
                            un reguero de sangre que seguir.
El olor de la lluvia sobre la tierra seca
se corrompe mezclado con sudor y gasóleo.
Es agua que no limpia, que no calma la sed,
                                     que sucia se derrama
entre las grietas de la vieja máquina,
una oscura metáfora del animal dormido.

Escrito en un cartel: “Nuevo Laredo.
                                              ¡Lugar por explorar!”
                            El coyote ya espera
para cruzar el río,
                   atravesar desiertos,
y burlar el control, la border patrol,
los perros, helicópteros,       
         ¿aquello tan brillante es San Antonio?,
el sol de la injusticia que percute las sienes.

Sopla el viento filoso en la frontera
y otro tren deja atrás el río Suchiate,
los niños, las maquilas,
                            la arena de un reloj que se hace barro.

Transitan los vagones por los campos
donde explotan las más extrañas flores.
Pasan noches y días
como sogas del tiempo en marcha circular.
Cada milla ganada a los raíles
aleja en la llanura otra estación del sur.

Marcha lenta la máquina
                            con racimos de hombres a sus lados.
El humo del gasóleo
difumina un perfil que se pierde a lo lejos.

Ha pasado ‘La Bestia’ camino a la frontera.

Avanza hacia el norte

                            el viejo traqueteo de un tren de mercancías.

Daniel Rodríguez Moya, Las cosas que se dicen en voz baja.


También hay que recordar algunas canciones que pueden servir  para completar el trabajo: 


Canciones:
- El emigrante de Juanito Valderrama.
- No me llames extranjero de Rafael Amor
- El extranjero de Enrique Búmburi.
- Espaldas mojadas, de Tam Tam Go!
- Africanos en Madrid de Amistades peligrosas.
- Pobre Juan de Maná.
- El emigrante de Celtas Cortos.
- El inmigrante de Coti.
- Mojado de Ricardo Arjona.
- Visa para un sueño de Luis Guerra.
- Emigrante de Orishas.
- Clandestino de Manu Chao.
- Pa´l norte de Calle 13.
- Frontera de Jorge Drexler.
- La calle Mayor de Revólver
- Fíjate bien de Juanes.
- Papeles mojados de Manu Chao.



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